El 23 de octubre de 1956 se produce en Budapest una manifestación de estudiantes a favor de la libertad de expresión; reivindican elecciones libres, la salida de Hungría del Pacto de Varsovia y la retirada de las tropas soviéticas. Si bien el nuevo ministro-presidente Imre Nagy convoca el 1 de noviembre elecciones libres con varios partidos, tres días más tarde las tropas soviéticas reprimen las reformas con tanques: fallecieron 2.500 personas; unas 210.000 consiguieron ir al exilio.
En la RDA, como en todo el bloque soviético, este alzamiento popular fue calificado de “contrarrevolución”. Sin embargo —y aquí es donde comienza La revolución silenciosa—, para los estudiantes de último curso de bachillerato en Storkow, una pequeña ciudad próxima a Berlín, el alzamiento húngaro tuvo un efecto secundario de consideración. Al oír en la RIAS –la radio del sector norteamericano de Berlín Oeste– que entre los muertos se encontraba también su ídolo, el futbolista Ferenc Puskas (una falsa noticia: Puskas lograría huir de Hungría y se convertiría en uno de los pilares del Real Madrid de las cinco Copas de Europa), deciden protestar, el 29 de octubre, con un minuto de silencio en clase. El director de la escuela quita importancia al incidente, pero este llega a oídos del Partido, y el ministro de Educación toma cartas en el asunto: amenaza con expulsarles de la escuela e impedir que obtengan el título de bachillerato en toda la RDA.
Aceprensa